14 marzo 2011

El asombroso viaje de Pomponio Flato

Floren escribió:


Librenme los dioses heteróclitos de prodigar consejos (pues más bien para mí los necesito) o de recomendar lectura alguna. No son tales propósitos, por tanto, los que me inducen a dejar en este grato espacio un frugal comentario sobre el libro que acabo de leer y al que debo unas cuantas sonrisas, gesto vital en ciertas ocasiones.
Declararía gustoso la intención que me mueve a escribir este comentario, si la conociera. Pero no es ese el caso. Y entiendo que el asunto pinta raro, pues si no os sugiero que leais la obra o que os guardéis de ella como de los políticos venales que os gobiernan, por qué demonios vengo aquí a mentarla.
Quizá tan solo sea por hablaros de algo, o por daros la brasa, que también para eso estamos los amigos. 


El producto en cuestión es un montón de letras combinadas, agrupadas y configuradas en formato de libro, por el reconocido escritor Eduardo Mendoza, quien supongo que también es autor de su título: “El asombroso viaje de Pomponio Flato”.

Como podéis ver, el epígrafe ya se deja leer y se insinúa tentador.

La historia se sitúa en el siglo I de ese periodo artificial de tiempo que hemos dado en llamar “nuestra era” nunca he entendido bien por qué, aunque esto sería tema de otro debate.

Está escrito con notable maestría (esto es en mi opinión, nadie lo de por hecho) y utiliza la ironía con prodigalidad y soltura, pero no sin elegancia. A veces me llegó a parecer que el culto y refinado lenguaje no hacía otra cosa que reirse de sí mismo, lo que constituye el sumum del sentido del humor.

Un humor inteligente plagado de pinceladas surrealistas que, envolviendo la trama aventurera y policíaca a un tiempo de la novela, me ha deparado momentos de simpática e instructiva lectura. Además de sonrisas comedidas y serenas, de esas buenas, de las que no llegan destruirse despeñadas contra los dientes en forma de carcajada. Que no digo que esté mal eso de reir a mandíbula desbocada, pero cada cosa en su tiempo. Y en este, ya me podía dar yo con un canto en los dientes si alguna sonrisilla los hubiera logrado mostrar. “El asombroso viaje de Pomponio Flato” lo hizo, provocó la necesaria sonrisa, pero he de confesar que, finalmente no llevé a cabo la auto lapidación dental. Estaba, lo diré como innecesaria justificación, muy enganchado en la lectura.

Floren

1 comentario:

  1. Serían las altas horas de la noche o ciertos síndromes, comúnmente asociados a la edad. El caso es que en mi anterior comentario, me olvidé algo importante: Decir que si alguien, pese a las evidentes y numerosas contraindicación que supone seguir mis pasos, desea leer “El asombroso viaje de Pomponio Flato”, no debe dudar en pedírmelo, pues poseo un ejemplar en formato digital que estaré encantado de prestar. PRESTAR, he dicho, que no está en mi intención salirme de los cálidos y acogedores rediles de la ley (en este caso Sinde).
    Yo os mando el archivo por correo electrónico, leeis el libro las veces que os plazca y luego me lo devolvéis por la misma vía, así hasta que se gaste o se rompa o se le caigan las hojas como a los robles y demás caducifolios.

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